La última dictadura cívico-militar en Argentina consolidó un nuevo modelo de acumulación en el plano económico e introdujo algunos de los capítulos más nefastos de la historia argentina mediante la puesta en práctica de un plan sistemático de desaparición de personas. Como consecuencia de este aberrante acto, alrededor de 30.000 personas fueron sometidas a la privación de su libertad, a la tortura, a la vejación y a la muerte. Alrededor de 500 niñxs fueron secuestrados con sus padres o nacieron en centros clandestinos de detención. El funcionamiento de maternidades en estos campos clandestinos, la existencia de listas de familias de militares en «espera» y las declaraciones en los juicios, confirmaron la existencia de la sistematicidad de la apropiación de niñxs. Ya en dictadura, en el desesperado intento de dar con la ubicación de quienes estaban desaparecidxs, los familiares que reclamaban información se iban conociendo en los pasillos de juzgados y comisarías.
Entre las mujeres que sostenían esta búsqueda, algunas sabían del embarazo de sus hijas desaparecidas, con la consiguiente inquietud sobre sus nietxs, posiblemente nacidxs durante el cautiverio de sus madres. Gracias a las vinculaciones que las madres y abuelas de plaza de mayo fueron tejiendo con el objetivo de encontrar a sus familiares desaparecidos, llegaron a la desesperante conclusión de que la dictadura no quería darles, ni les daría, información alguna sobre sus nietos. Así surgen, el 22 de octubre de 1977, “Las abuelas argentinas de nietitos desaparecidos», impulsando un reclamo que se amplificaría con el tiempo y que pronto las haría conocidas en el mundo como «Abuelas de Plaza de Mayo» (APM). La organización tenía y tiene como objetivo principal la localización de todxs los niños/as apropiados/as durante la dictadura militar y la restitución de su verdadera identidad, exigiendo a la vez, el castigo de todos los responsables.
Entre los hitos de la democracia como La CONADEP (1983), el informe del Nunca Mas (1984), la determinación del Índice de Abuelidad (1984), el Juicio a las juntas (1985) y la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos (1987), resulta fundamental el carácter internacional y el impacto en la construcción específica del DERECHO A LA IDENTIDAD que vehiculizaron las abuelas. Para ellas, la Identidad debía ser considerada un derecho humano fundamental y los Estados debían asumir la responsabilidad de garantizarlo.
Así las cosas, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1989 por las Naciones Unidas, incluyó los artículos 7, 8 y 11, promovidos por Abuelas con el fin de incorporar la identidad como un derecho de todxs lxs niñxs del mundo. Gracias a ellas, estos artículos son conocidos como los “artículos argentinos” e implicaron una consagración internacional de la lucha argentina además de su impacto en la legislación sobre niñez a escala mundial. La búsqueda de nietxs demostró que las prácticas de la apropiación, además de ilegales, conjugaron tanto formas clandestinas como pseudo-legales y, fueron tramadas sobre una red de relaciones y sentidos sociales previamente existentes respecto del abandono de niñxs y la adopción.
La detección de casos de apropiación fue denotando esas irregularidades, sirviendo como eje constructor en la búsqueda de otros casos y democratizando la construcción de nuevas normas protectoras. La búsqueda de nietxs obligó a revisar las prácticas socioculturales que consolidaban los procesos institucionales y normativos para poder apropiar a un menor, incluso más allá de los delitos de lesa humanidad.
Por todo esto, el reconocimiento de nuestro país en la protección de la Identidad es, a las claras, mérito de nuestras madres y abuelas que demostraron la densidad de la identidad como derecho fundamental de las niñeces. Como refiere Estela de Carlotto, “se trata del derecho de cada uno a saber quién es y cuál es su origen. La identidad no es algo fijo y permanente: es un proceso de construcción que realizamos a lo largo de toda nuestra vida, en contexto y en relación con otros y otras. Por eso, las experiencias de la niñez, los afectos, las relaciones, las experiencias familiares, cercanas y lejanas, forman parte de esta construcción que nos constituye”.