La aceleración del ritmo de vacunación y la contracción de la segunda ola de contagios permite vislumbrar, a mediano o largo plazo, un horizonte desde el cual empezar a pensar el futuro. La pandemia dejará una economía fracturada, con un fuerte impacto en el tejido social. En este contexto la idea de solidaridad -un término que en tiempos neoliberales los discursos ONGístas intentaron apropiarse- adquiere nuevos sentidos y valores. Este concepto reaparece, una vez más, en tiempos de crisis como una propuesta superadora frente a la noción de meritocracia individualista.
La solidaridad se construye desde lo colectivo: en el barrio, la escuela, el trabajo, la militancia, las organizaciones de la sociedad civil, la academia. En cada uno de los espacios compartidos donde interactuamos.
En esta nueva publicación, convocamos a tres destacadas personalidades de la cultura, el activismo y la academia para continuar debatiendo la vida que queremos.
Partiendo de la idea de que el contexto global pandémico puso de manifiesto la fragilidad del lazo social como vehículo indispensable para una convivencia éticamente responsable en medio de la catástrofe el profesor universitario, crítico cultural y ensayista Alejandro Kaufman reflexiona sobre la necesidad focalizar la mirada sobre lo indispensable de recrear una cultura de la colaboración. Al menos, para sobrevivir. “La pandemia nos arrojó a un escenario desconocido en el que no supimos como especie viviente qué hacer y se produjo un gran desorden que costó miles de vidas”, explica.
La pandemia y las restricciones significaron un desafío particular para los colectivos que, como el caso de las personas que viven con VIH, requieren del funcionamiento activo de redes de acompañamiento y cuidado mutuo. A partir de su experiencia, tanto en la práctica profesional como en la militancia, la licenciada en psicología Mar Lucas, directora de Innovación Estratégica de la Fundación Huésped, reflexiona sobre las dificultades pero también sobre las fortalezas que las redes de solidaridad manifestaron durante este largo año y medio. También sobre el contraste que hay entre las prácticas amorosas y el relativo encierro “en una existencia muy individualista y hedonista que nos está haciendo difícil el encontrar una salida colectiva”.
El último aspecto a partir del cual buscamos construir, en esta edición, una mirada compleja sobre la solidaridad en tiempos de crisis, tiene que ver con el rol del Estado y la necesidad de construir políticas públicas que garanticen derechos, protejan a la ciudadanía, transformen realidades y creen lazos de solidaridad.
El músico y docente Gonzalo Morales Sánchez fue parte de uno de esos proyectos transformadores. Tanto como alumno, en su niñez, y luego como docente y coordinador participó de las Orquestas Infantiles y Juveniles del Ministerio de Educación de la Nación, un trabajo colectivo y solidario que echa raíces. “Las escuelas empiezan a tener alumnos y alumnas que parecen tener otra identidad: la de ser músicos”, dice Morales Sánchez. “Todo eso transforma vidas más allá de lo imaginable, porque crea lazos entre las personas y con las instituciones. Aparece una nueva forma de riqueza, nace un capital que solo crece a medida que se comparte”.
Una vez más abrimos el debate para empezar a pensar el país que queremos, uno en el que primen los ideales de solidaridad y construcción colectiva. Porque nadie se salva solo.