En el conversatorio “Crisis y políticas laborales”, organizado por la Fundación Germán Abdala, el embajador argentino en México y exministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, habló de la importancia de discutir la reducción de la jornada laboral y su impacto en la mejora de la productividad y de la necesidad de aumentar la participación de los trabajadores y de sus organizaciones en las empresas. En el siguiente texto reproducimos la exposición completa:
Los trabajadores y trabajadoras han sido las víctimas de las tres crisis que está viviendo la Argentina: la crisis de la deuda externa, que comprometía y todavía compromete nuestro futuro; la crisis social que nos dejó la pandemia macrista y finalmente la crisis sanitaria, y en las tres los que perdieron hasta ahora son los trabajadores, y por eso creo que está muy bien que reflexionemos. No sé si es casualidad o planificado, pero quienes me han precedido en el uso de las palabra son representantes extraordinarias de los dos ámbitos donde todos estos debates van a tener que darse, además de la calle, como siempre ha hecho la Argentina, que es el Parlamento y en la Academia.
Es bueno reafirmar que el trabajo sigue teniendo una importancia central. El trabajo, desde el punto de vista productivo como del punto de vista económico y social, sigue siendo fundamental en las sociedades. Su ausencia es el problema, porque su ausencia es lo que genera las guerras, las migraciones, debates que parecen irreconciliables. ¿Alguien me puede negar que el trabajo impacta sobre la vida cotidiana de las personas, que desde el punto de vista económico es demanda agregada, que el trabajo incide en la distribución del ingreso y, si incide en la disminución del ingreso, incide en el hambre y en la pobreza?
El trabajo, aunque cambie, aunque se transforme según las distintas circunstancias históricas, políticas o tecnológicas, sigue siendo un agente de desarrollo. En la Argentina más aún, porque el trabajo es un dador de identidad. Tenemos una historia con el trabajo muy importante, que no empieza con el peronismo, es anterior, pero que fue lo que nos dio ese tono como país que apuntaba a la cohesión social, que la igualdad era un valor: el trabajo y la educación pública fueron los dos elementos sustantivos de nuestra identidad.
Las pruebas que da la historia contemporánea argentina es que no hay sustentabilidad política y económica si no hay crecimiento económico con inclusión social a partir del trabajo. Experiencias de crecimiento económico hemos tenido en la Argentina, pero sin generación de trabajo ese crecimiento económico estalla.
No entenderlo, pensar siempre en términos de flexibilidad y ajuste, es la razón por la que no se ha logrado consolidar el proyecto del neoliberalismo, ni del antiperonismo, ni de la derecha en la Argentina, y por eso ha fracasado las tres veces que fueron gobiernos en los últimos 45 años. La discusión democrática en la Argentina hoy pasa centralmente por cómo se produce, cómo se distribuye la riqueza, el ingreso, y también en cómo se produce y se distribuye el conocimiento, pero eso es otra historia.
Acá se enfrentan los que piensan en un país para pocos, que repiten fórmulas gastadas ya en Argentina, en América Latina y en el mundo. Esas personas hoy piden orden, represión, blanquean rupturas institucionales en el colmo de la irresponsabilidad, con cómplices judiciales y jefes mediáticos qué son los que generan el nuevo sentido común permanentemente, contra el cual nos tenemos que oponer los que realmente pensamos en un futuro común, los que pensamos, como plantea nuestro gobierno, en un proceso de desarrollo económico social orientado a la generación de empleo, con una movilización productiva sobre la base de la capacidad ociosa existente, en base a una reforma tributaria. Es otro modelo de país.
Esto implica políticas públicas que no sólo son para el trabajo o para los trabajadores, políticas públicas que tienen que ser con los trabajadores y las trabajadoras, no para, con. Tenemos que rescatar una palabra que tiene una enorme potencialidad, que es la palabra participación. Como forma de compensar ese esfuerzo que los trabajadores hicieron frente a estas tres crisis debemos aumentar los niveles de participación de los trabajadores y de sus organizaciones.
Tenemos un consejo económico social, me parece muy bien; tenemos los convenios colectivos, me parece muy bien; pero el nivel de participación a nivel de establecimiento -y eso que tenemos una ley sindical que habla de los delegados y es tal vez una de las instituciones más importantes de nuestro modelo-, nuestro modelo en los niveles de participación en el establecimiento está lejos de tener correspondencia con la historia del movimiento obrero y con la historia de las relaciones laborales en Argentina.
Hoy, con esta pandemia, con lo que implican los riesgos del trabajo, con el permanente desafío que es para hombres y mujeres argentinos que van a laburar, los comités mixtos de higiene y seguridad deberían estar funcionando y entender y ayudar y estar al lado del movimiento obrero en esta tarea.
Traigo a colación el tema de la participación porque es un método que tiene que ver con la política y lo sindical. El Consejo Económico Social está para que las políticas públicas emergentes en un futuro próximo sean con los trabajadores. Si no están los trabajadores sentados, eso lo sabemos todos muy bien, son ellos los que pierden, y ese es un ámbito donde podemos discutir el tema de la jornada de trabajo.
No desconozco la difícil situación que se vive en nuestro país y en particular lo acabo de decir: las dificultades que hay con relación a la generación de empleo, la discusión respecto a la recuperación de los salarios y por lo tanto la conflictividad emergente. A eso le agregamos la cuestión sanitaria. Y por supuesto que tampoco desconozco un tema que también creo es un tema de debate, que es la cuestión del empleo de la economía social o de la economía popular: qué rol ocupa el planteo de la sindicalización.
Nosotros no tenemos que negarnos, al contrario, nuestro rol es incentivar estos debates que van a hacer atender los desafíos del futuro. Cuando discutimos jornada de trabajo no estamos discutiendo solamente jornada de trabajo en los excelentes términos que lo plantearon Vanesa (Siley) y Cecilia (Cross), estamos planteando distribución del ingreso, estamos planteando si va a ser o no la duración de la jornada de trabajo lo que una vez fue, que fue un elemento fundamental del bienestar social o de la buena vida. Porque la jornada de 8 horas en la Argentina se estableció en 1929, 43 años después de los mártires de Chicago, para terminar con los abusos y las explotaciones. Hoy, que vivimos una situación curiosa, que es que hay muchísima gente que trabaja 12 o 14 horas y otra muchísima gente está desocupada, es una incongruencia. Sin creer que el tema de la jornada de trabajo se pueda vincular directamente con la generación de empleo, tengo para mí que es una forma también de repartir mejor la escasez
Creo que la participación es una deuda que tenemos con los trabajadores y las trabajadoras por el esfuerzo que han hecho. Traigo a colación acá algo que leí y que tiene que ver con lo que pasó con las mujeres y la Segunda Guerra, donde las mujeres participaron como las que más, nadie discutió su rol fundamental, no hubo país que pudo parar el voto femenino porque sabían que había que pagarles, había una deuda con los trabajadores, una deuda política con los que habían combatido en la guerra y entonces el voto femenino fue imparable. Esta crisis tiene que generar también esta idea de participación como una forma de compensación, y me dicen “cómo vas a hacer”. No sé, el REPRO y el ATP ha sido un subsidio brutal para las empresas. La plata es del Estado argentino, puede decirle “muchachos, revisen alguna estrategia empresarial y hagan que los trabajadores se sientan parte del esfuerzo de la reconstrucción de nuestra patria”. Eso es participación.
Acá, durante mucho mucho tiempo, además del tema del trabajo, diría Prat Gay, nos quisieron hacer creer que las instituciones, las organizaciones y las regulaciones eran un obstáculo para el crecimiento. Las instituciones, léase Inspección de Trabajo, Ministerio de Trabajo; las organizaciones, sindicatos y delegados de comisiones internas y las regulaciones, léase ley de contrato de trabajo la negociación colectiva, ley de asociaciones sindicales y ley de obras sociales, para nosotros no son obstáculos, son estabilizadores de la sociedad. Son balizas, pilares del desarrollo económico y social. Las instituciones, las regulaciones y las organizaciones.
Otra institución es la participación, que ordena e institucionaliza, en el ámbito del consejo económico social discutiremos la jornada de trabajo, las participaciones y las utilidades. La negociación colectiva, como muy bien decía Vanesa, yo comparto, es otro ámbito para discutir la violencia laboral, la cuestión de género, para poner otros tipos de condiciones para que funcionen los comités mixtos para la salud y para la seguridad, y finalmente en los establecimientos también la participación.
Todas las reformas del siglo 21, en el mundo desarrollado, no en Argentina, fueron pensadas en contra de la participación para acentuar la discrecionalidad empresarial. La reforma laboral de España del 12, la reforma italiana del 10, todas tuvieron que ver con bajar y eliminar la participación, la presencia sindical en los establecimientos e incluso en las decisiones políticas. En Francia no la pudieron liquidar y entonces dijeron “bueno, no puede haber más de dos comisiones internas por fábrica”, porque en Francia tenían como seis para distintos temas.
Hay una contrarreforma que nosotros tenemos que plantear, que tendrá que ver con muchas discusiones, que tendrá que ver con entender que estos no son problemas solamente de los trabajadores formales, porque esto es otra cosa que nos quieren meter para dividirnos, porque discutir jornada de trabajo significa, voy a repetir, significa dividir un montón de otras cosas, significa discutir cómo se van a formalizar los trabajadores también.
Quiero hacer un reconocimiento a Héctor Recalde y a la CTA que fueron -individual uno y colectivo el otro- quienes desde hace bastante tiempo vienen hablando el tema de la jornada de trabajo. Yo al principio no lo tenía con este grado de prioridad, pero fíjense una cosa: en México, hace un año más o menos, el Presidente de la Nación salió a decir que se iba a suprimir el outsourcing. Yo lo leí a la mañana y dije “¿Qué pasó acá?, ¿cómo van a suprimir el outsourcing, la subcontratación? Bueno, primero se presenta un proyecto de ley donde se suprimía la subcontratación, es una subcontratación mucho más perversa de la que hay en la Argentina, donde hay una regulación de la subcontratación que a mí me parece que habría que mejorar, pero al lado de la que tenía México antes de la reforma, era de verdadera explotación acá en México. Finalmente se aprueba una ley con consenso de todas las centrales sindicales, de las cámaras empresarias, donde hubo concesiones en relación a que en algunas actividades sí se permite subcontratación, y en otro caso hay un sistema de pago que los empresarios bajaron un poco. Hoy nos parece una locura discutir la jornada de trabajo en este contexto, pero si no empezamos a generar más conciencia, más debate, más parlamento, más universidad, más sindicatos difundiendo esto, pasarán más de mil años, no va a venir de otro lado que de este sector.
En España se ha empezado a discutir lo de la semana laboral de 4 horas. Vamos a ver qué pasa después de la catástrofe electoral, que no tiene nada que ver con la jornada de trabajo. No es solamente España. En Alemania el promedio son 35 horas semanales. Llo mismo pasa en Holanda, Noruega, Italia. En Francia sacaron una ley por las 35 horas que como era voluntaria se cumplió más o menos, pero el promedio de horas de trabajo formales en Francia son 40 horas y nosotros estamos hablando de 48 todavía.
Hay experiencias en muchos países a niveles de municipios, de empresas, donde se está probando la reducción de dos alternativas: la reducción de horas por día: ir a cinco horas diarias; o la reducción de días de la semana que se trabajan. Son dos alternativas diferentes, son opciones. Hay actividades a las que les es más empático un esquema de reducción a cuatro días y otro que es mejor achicar la cantidad de horas por día. Tampoco nos sorprendamos tanto, siempre empezaron por los países desarrollados estas discusiones y después entramos nosotros. Tal vez sea el momento de que también surjan impulsos emancipatorios desde esta región, como los hubo en los primeros 15 años del siglo 21.
Hay una encuesta muy interesante que se hizo a raíz del debate español. Les cuento algunas cosas: el 70% apoya la reducción. A cuatro días el 43% y por la de las tardes libres, o sea por jornada de cinco horas, el 45%. Los hombres prefieren cuatro días, las mujeres prefieren cinco horas. Los jóvenes de 25 a 55 años, más del 75% la apoya. Y en el segmento de padres con hijos, el 78%. Lo más interesante es este dato: el 53,5% lo considera viable, considera que se puede hacer.
Cuáles son las ventajas, según la encuesta: que habría más tiempo para cuidar a los hijos, mayores posibilidades para conciliar trabajo y vida personal y apunta a la mejora de la salud física y mental. Estos tres puntos: cuidar hijos, vida personal y trabajo y salud física después se traduce en más tiempo para estar con amigos, para hacer hobbies, para hacer ejercicios o para descansar, o para el cuidado en general. Mejora el reparto de las tareas domésticas la reducción de la jornada, y mejora el medio ambiente. Y acá es donde tenemos que dar la gran pelea, y aumenta la productividad, como dijo Vanesa, no nos compremos por lo menos en la discusión, busquemos argumentos, busquemos ejemplos, la discusión va a estar ahí en el aumento de la productividad.
En todos los lugares que han hecho experiencias de un año, empresas como Unilever, grandes empresas, siempre lo que hay es reducción del ausentismo y aumento de la productividad, con el mismo salario.
Desventajas, según la encuesta: puede aumentar el uso de la hora extra, por esto que decía Vanesa que puede aumentar el valor base de la hora y entonces los muchachos van a querer hacer horas extras con este nuevo valor; puede afectar a las pymes y es un tema que va a haber que encararlo, junto con la cuestión de cómo se subsidia y el otro riesgo es que puede generar sobrecarga de trabajo o sea intensidad de trabajo, no solamente la extensión en horas sino una demanda de mayor intensidad en la jornada de trabajo.
En síntesis, lo que quiero plantear es la jornada de trabajo, en un contexto más grande, en un contexto que no hemos introducido en esta conversación: la famosa cuestión de los avances tecnológicos, que siempre son presentados en contra del trabajo y los trabajadores. Tenemos que demostrar que eso no es cierto, no es real, no es inevitable y que uno de los debates puede ser también la tecnología vis-a-vis esta nueva jornada de trabajo, con lo cual lo que estamos enfrentando es el desafío de un nuevo paradigma, de un nuevo pacto social, yo creo que en el fondo un nuevo imaginario emancipador, un nuevo imaginario que nos vuelva a levantar la estima por las utopías.