Por Flavia Fernández Brozzi
Este miércoles 24 de abril, el Tribunal Oral Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 5 de la Ciudad de Buenos Aires, condenó al genocida Jorge Luis Guarrochena, a la pena de prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad (secuestros, torturas, homicidios, abusos sexuales y sustracción de menores) cometidos en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “ESMA”.
Guarrochena, agente de inteligencia de la Armada y represor del centro clandestino pudo ser identificado, juzgado y condenado, gracias a una fotografía que le tomó y que rescató Víctor Melchor Basterra durante su cautiverio en aquel infierno. Víctor falleció en noviembre de 2020, pero su aporte a los juicios de lesa humanidad contra los genocidas de la ESMA que lo secuestraron, lo torturaron y lo obligaron a realizar trabajo esclavo sigue dando frutos en el proceso de memoria, verdad y justicia.
Guarrochena, alias “Raúl”, sosías “Carlos Alberto Encina”, integró las máximas estructuras de la Inteligencia de la Armada. Se desempeñó en la Jefatura de Inteligencia del Servicio de Inteligencia Naval de la Armada Argentina (JEIN), con el cargo de Jefe de las secciones 1 y 3 de la División Contrainteligencia. También se desempeñó como agente del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), algo que él mismo reconoció en sus indagatorias. Otro de los roles que el represor cumplió en tanto miembro del SIN, y que resultó probado en el juicio, fue la “función de enlace” entre la Armada y el Batallón de Inteligencia 601, el órgano emblemático del espionaje del Ejército, el cerebro del plan sistemático de secuestro, tortura y exterminio. “Su función consistía en recolectar y re transmitir información desde los CCD hacia los eslabones más altos de la estructura militar, y viceversa”, sostuvo la fiscalía en su alegato.
Guarrochena, fue condenado a la pena de prisión perpetua por 350 casos de secuestros, 309 casos de aplicación de tormentos, 106 homicidios, 44 hechos de sustracción y ocultamiento de identidad de niños y niñas menores de 10 años –hijos e hijas de militantes secuestrados que permanecieron encerrados en la ESMA un tiempo y luego fueron liberados–, dos casos de abuso sexual y cuatro casos de violación.
Esta sentencia ratifica, una vez más, que el Estado Terrorista instaurado por la Dictadura cívico-militar-eclesiástica: secuestró, torturó, violó, robó bebes y asesinó a miles de personas. No fue una guerra, no hubo dos bandos. Lo que existió fue un plan sistemático de exterminio, que puso todo el aparato represivo del Estado con el fin de exterminar a todo aquel que se opusiera a la dictadura.
Son 30.000. Fue un genocidio.